5.06.2010

En la oscuridad.

Apretados en la oscuridad, Juan pudo sentir como Pedro se movía a su costado hasta llevar las manos a su boca. Ya sabía que iba a hacer, no era para taparla, era para conseguir más sonido. Trató de detenerlo pero fue inútil, intentó, claro, golpearlo para que no lo haga, pero estaban ahí ya media hora y el intento de mover su mano solo le trajo un calor que lo obligo a dejar de moverla y luego sintió hormiguitas caminando por todo su brazo.


-¡El pueblo, unido, jamás será vencido!- sin mas herramientas que su voz, Juan susurro a Pedro, que otra vez empezaba con la cantaleta – baja la voz pues… nos van a escuchar - Pedro volteó a ver a su amigo, y aunque no vio nada porque estaban encerrados en la oscuridad, lo miró con reproche, tanto, que si Juan hubiera podido ver esa mirada, se hubiera sentido avergonzado. - ¡no seas gallina! Esto es por algo justo. – Ya sé- Juan bajó más la voz – ya sé… pero no me digas gallina pues… - Pedro creía con firmeza que su amigo estaba listo para ser un hombre, pero que tenía miedo, solo podía ser duro con él para lograrlo. Entonces habló como si no le diera pena notar lo asustado que estaba – ¡Entonces compórtate como un hombre! ¡Vamos! ¡Grita conmigo! ¡El pueblo, unido -¡SHHHHHHHH! – Juan lo interrumpió tapándole la boca, ya que ahora, después de hacerse masajes por todo el brazo, su mano ya no estaba adormecida – ¡SHHHHH! Ya pues Pedro… nos van a atrapar.

Pedro lo meditó un rato antes de responder, no sabía si debía ser duro, no estaba funcionando, así que decidió se más rudo.-Ya te dije que esa es la idea y que te comportes como hombre… o sino – ¿o sino que? - Pedro se sintió orgulloso, algo ofendido por la falta de respeto siendo él el líder, pero orgulloso, había logrado ver algo de carácter en su amigo. Ser duro servia. - sino… te digo gallina… frente a todos – pero es que no me puedo comportar como hombre – le dijo Juan con vergüenza – ¿y porque no? – le pregunto Pedro gritando – ya pues no grites… no me puedo comportar como hombre porque tengo 9 años - ¡tienes 10 Juan, 10! - Hubo un silencio que rebotó en las paredes del baúl donde se encontraban y se volvió cada vez más fuerte e incomodo.

-Perdón – dijo al fin Pedro, él sabía que Juan odiaba recordar su décimo cumpleaños, porque fue donde su abuelita y hubieron juegos inflables, y hasta un animador, una vergüenza comparado a los 9 en el Bembos. Pero ese percance no lo pararía en su misión – Juan, sea como fuere tienes más de 9, y eso te hace casi un hombre, como yo. – Sabía muy bien que Juan no era como él, que ya llegaba a los 11, y Juan también lo notó. – Tú ya tienes 11 y cumplirás 12 este año, hasta mandaste una invitación por ¡I.n.t.e.r.n.e.t! Mi mami… - se corrige nervioso- mamá- otra vez, mas serio – madre, mi madre me contó, informó. –

Pedro sabía que lo mejor ahora era ignorarlo, así que habló sin hacerle caso – Hoy los dos somos hombres, un niño no haría lo que estamos haciendo… ni siquiera por una causa tan importante, un niño no se sentaría en la oscuridad! Un niño – Juan lo interrumpió, nuevamente, tapándole la boca – shhh… ya ya si, pero baja la voz, vamos a ser hombres… pero en silencio, hablando bajito – el silencio que vino a continuación fue aun mas incomodo que el primero, Juan se sentía realmente estúpido, pero a la vez, tranquilo hasta que -¡el pueblo, unido, jamás será vencido! ¡El pueblo, unido, jamás será vencido! – Mientras gritaba Pedro cogió la mano de Juan y la golpeaba contra las paredes del baúl al ritmo -¡vamos Juan, defendamos nuestros derechos de hombres libres, vamos a hacer una revolución! – ¿revolución? ¿Hombres libres? ¿pueblo? Yo solo soy un niño escondiéndose de su entrenador.


La magia había acabado, Pedro soltó la mano de Juan con desilusión, Juan abrió el baúl y salió, bajo el rayo de luz que entró, Pedro pudo ver la vergüenza en la cara de su amigo, y las lagrimas que caían por sus mejillas, por la luz después de estar tanto tiempo en la oscuridad, claro.

Pedro se sentía solo, se iba a acomodar en el baúl que ahora se sentía tan grande, cuando de repente sintió que la tapa se abría nuevamente. ¡Era Juan! - ¡volviste compañero! – Pedro gritó emocionado e impulsivamente lo abrazo fuertemente, y mas fuerte lo empujó contra la pared al darse cuenta que acababa de abrazar a un niño. Sobándose la cabeza Juan susurro – y como no iba a volver – cuando salí y vi mis piernitas de pollo descubiertas me acorde porque estábamos aquí, o porque yo estaba aquí… ¡no hay forma de que me hagan salir a nadar frente a las niñas en este traje de baño! - Los dos se quedaron en silencio, pero esta vez sonreían, sabían que se tenían el uno al otro por mas tortuoso que fuera, por lo menos hasta que acabara la clase de natación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario